lunes, 21 de abril de 2014

Cien años de libertad

Cena en familia quebrando todos los preceptos, hay pan con levadura, hay carne, somos unos herejes, se mire por donde se mire. Pero la pregunta no falta, no puede faltar. ¿Qué es la libertad? Menos si la hace mi viejo... y si la que responde es Sofi. ¿Qué es ser libre? Sofi se revuelve en el asiento, se ríe, se toca el pelo, se vuelve a reír... y finalmente nos dice... ser libre es estar solo. Nos quedamos callados, de una pieza. Por qué no. Cuando está con los abuelos, con los padres, con los tíos, con tanta gente que la quiere y la cuida tanto... no puede hacer lo que se le canta... pero cuando está sola... ahhhh, cuando está sola, eso sí que es libertad.

lunes, 24 de marzo de 2014

Esperando

No está mal la pregunta que me hicieron el viernes en el ISTLyR. ¿Qué recuerdos personales tenés guardados de la última dictadura? No algo que hayas leído en los diarios o en un libro, algo que hayas vivido. Me acuerdo que a los cinco y a los seis años no me gustaba que mis papás salieran de noche. ¿A dónde van? A ver una película. ¿A qué hora vuelven? No sé, ¿por qué controlás tanto? Parece al revés, como si vos fueras nuestro papá. Una vez mi tío Herman me preguntó por qué me ponía nervioso cuando mis papás salían de noche. Porque pensaba que algo les podía pasar. ¿Qué cosa? No sé, algo malo. ¿Como qué? No lo sé... algo que no les permitiera volver nunca más a casa, que el tiempo pasara y pareciera que la tierra se los hubiera tragado. Cuando salían a una fiesta, al teatro o al cine yo me quedaba en el living mirando ese cuadro de Jeremías contemplando la destrucción del templo. A veces merodeaba por la biblioteca. Me acuerdo cuando encontré aquel libro con esa tapa horrenda, en la que un viejo de pelo largo y canoso que abría los ojos como un desquiciado devoraba el cuerpo de un joven. Después aprendí a leer y me enteré de que era Saturno comiéndose a su propio hijo. Peor. Arnaldo Rascovsky había elegido el famoso cuadro de Goya para la tapa de La matanza de los hijos y otros ensayos y mi mamá tenía ese libro ahí, a mano, alimentando mi espanto y fascinación. ¿Qué podría pasarles a tus papás?, indagaba el tío Herman. No tenés que creer todo lo que dicen en la tele. En la vida real no pasan esas cosas. ¿Realmente creía lo que decía? Papá decía que la realidad superaba la ficción. ¿Cuál era el gran temor? Acaso que no volvieran nunca más... pero lo peor, que no hubiera rastro de ellos, que nada indicara su ausencia más que mi espera. Ni Saturno ni Jeremías eran grandes compañeros. El templo de Jerusalén igual iba a ser destruido y no podía evitarse lo que Júpiter estaba por hacer, por más que a Saturno le pintara el canibalismo o terminara llenándose la boca de piedras.