Fin del fin de semana largo. ¿Por qué no venís con nosotros
a Pinamar? Porque quiero descansar –además del trabajo- de mi familia. Mi
familia era muy amiga de aquella otra familia. Ellos eran tan amables, tan
correctos. Él era un padre ejemplar, comprensivo, reflexivo, observador. Eran
tan observador que no dejó escapar ese Fiat 600 que andaba dando vueltas por
aquella Pinamar del 87. ¿Qué hacen esos tipos acá con ese auto?, preguntó el
padre ejemplar. Seguramente no vienen de veraneo. Un buen padre no es solamente
quien provee, como dijo alguna vez Gus al aturdido Walt. Un padre también
protege. Y la observación de aquel padre apuntaba a eso, sentía que de alguna
manera su familia peligraba con esa manga de indeseables, dando vueltas quién
sabe con qué finalidad, como una pieza que no cuadraba en ese rompecabezas de
casas en donde se hablaba de CR o de cómo el trazado de los caminos asfaltados había
respetado la ondulación de las dunas. Todavía escucho el comentario de aquel
padre ejemplar y sus palabras tienen una resonancia que se acerca al tono de la
Ocampo cuando hablaba del aluvión zoológico. ¿Qué vienen a hacer esos tipos
acá? La misma pregunta repetida tantas veces. No es casual que gracias a aquel
padre de familia yo conseguí trabajo en esta escuela tan exclusiva. Y es en esta
mismísima escuela en donde me preguntan qué me propongo al traer a esos tipos.
Sí, esos tipos que lo único que saben es tocar el bombo y comer choripanes.
Como si la misma pregunta se sostuviera en el tiempo a través de diferentes voces.
Y nuevamente mis padres me preguntan si no quiero ir a Pinamar. Y la verdad que
no. Tal vez no solamente porque quiero descansar, sino porque yo también soy
como esos negros del Fiat 600. Porque de alguna manera o de muchas, si hubiera
ido me habría sentido fuera de lugar. O fuera de una realidad a la que ya no
pertenezco.
martes, 26 de noviembre de 2013
viernes, 22 de noviembre de 2013
Cosa de negros
Resucitar después de este
extendido letargo, después de haber estado sumergido en las profundidades de la
Nada misma. Primer paso: dar el primer paso. Segundo paso: comprobar que la
fractura soldó. Tercer paso: retomar mi propio ritmo. Cuarto paso: ¿y ahora
qué? Y ahora vuelvo a dar clases de natación, vuelvo a nadar, vuelvo a jugar
con los chicos. Pero hay algo más. Vuelvo a un punto en el que nunca había
estado. Porque ahora hay elecciones. Pero no hablo de las legislativas. Ahora
me presento como candidato para ser delegado sindical en mi escuela. Y entonces
a mi madre se le prende una luz de alerta y se pregunta si no era preferible mi
anterior inactividad. Y en la escuela se activan varias alarmas, se viene el
sindicato, se viene el mal, nos va a contaminar, no sabemos muy bien qué es
pero sin dudas debe ser algo terrible, catastrófico. ¿Por qué hacés eso? ¿Para
qué los traés? ¿Es necesario? ¿Justo ahora? ¿No te das cuenta de que solamente
van a generar más tensiones y un clima terriblemente hostil? ¿No ves que estamos
mejor así? ¿Quién te dijo que necesitamos a esa gente? Ya decirles gente es un
acto de generosidad, porque son menos que eso, vienen quién sabe con qué
intenciones, vienen a corrompernos... y nosotros no lo vamos a permitir. Porque
ellos no son como nosotros. Vos deberías saberlo. Vos deberías defendernos de
ellos, porque vos sos uno de nosotros, ¿o no? Vos sos Irbauch, a pesar de que
nunca quisiste estudiar alemán sabés muy bien que tu apellido, correctamente
pronunciado, termina con un sonido sordo de tu garganta, como si quisieras
sacar un gargajo y escupírselo a esos indeseables que vienen a ensuciar nuestra
escuela, que hasta ahora estaba intacta, inmaculada. Nuestra escuela, nuestra
familia, nosotros. Nosotros, que tenemos tradición. Nosotros, que tenemos
idioma. Nosotros, que pertenecemos. ¿Quiénes son ellos para venir a decirnos
cómo hacer las cosas? ¿Cuál es el límite? ¿Acaso creés que van a respetar ese
límite? ¿Y vos, en dónde estás? ¿En dónde vas a estar? ¿Sos Irbauch... o sos
como esos negros que trajiste? Sí, como esos negros. Porque podés hablar de
derechos, de obligaciones, de justicia, de proyectos... pero si hay algo que no
te vamos a perdonar en nuestro entrañable entorno escolar y familiar es que nos
metas a toda esa negrada.
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