martes, 26 de noviembre de 2013

Fuera de lugar



Fin del fin de semana largo. ¿Por qué no venís con nosotros a Pinamar? Porque quiero descansar –además del trabajo- de mi familia. Mi familia era muy amiga de aquella otra familia. Ellos eran tan amables, tan correctos. Él era un padre ejemplar, comprensivo, reflexivo, observador. Eran tan observador que no dejó escapar ese Fiat 600 que andaba dando vueltas por aquella Pinamar del 87. ¿Qué hacen esos tipos acá con ese auto?, preguntó el padre ejemplar. Seguramente no vienen de veraneo. Un buen padre no es solamente quien provee, como dijo alguna vez Gus al aturdido Walt. Un padre también protege. Y la observación de aquel padre apuntaba a eso, sentía que de alguna manera su familia peligraba con esa manga de indeseables, dando vueltas quién sabe con qué finalidad, como una pieza que no cuadraba en ese rompecabezas de casas en donde se hablaba de CR o de cómo el trazado de los caminos asfaltados había respetado la ondulación de las dunas. Todavía escucho el comentario de aquel padre ejemplar y sus palabras tienen una resonancia que se acerca al tono de la Ocampo cuando hablaba del aluvión zoológico. ¿Qué vienen a hacer esos tipos acá? La misma pregunta repetida tantas veces. No es casual que gracias a aquel padre de familia yo conseguí trabajo en esta escuela tan exclusiva. Y es en esta mismísima escuela en donde me preguntan qué me propongo al traer a esos tipos. Sí, esos tipos que lo único que saben es tocar el bombo y comer choripanes. Como si la misma pregunta se sostuviera en el tiempo a través de diferentes voces. Y nuevamente mis padres me preguntan si no quiero ir a Pinamar. Y la verdad que no. Tal vez no solamente porque quiero descansar, sino porque yo también soy como esos negros del Fiat 600. Porque de alguna manera o de muchas, si hubiera ido me habría sentido fuera de lugar. O fuera de una realidad a la que ya no pertenezco.

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