domingo, 30 de agosto de 2020

El salto de mamá

Estamos caminando mamá, Denise y yo. Hace un poco de frío. Si bien tengo short, creo que en algún bolso hay abrigos. No me queda claro si el barco va a pasar por lugares cálidos o fríos. ¿Será suficiente el abrigo que llevo? Mamá nos acompaña hasta el barco. Cuando estamos entrando Denise empieza a tocar la flauta. Tiene una barroca parecida a la mía. Le digo que tal vez no es buena idea tocar justo ahí, en ese momento. Mamá nos dice que está orgullosa de nosotros, que tomamos decisiones diferentes a las que ella habría esperado, que está bien. Le pregunto si va a viajar con nosotros, porque se escucha la sirena del barco. Me dice que no. La acompaño a la salida, pero el barco ya se está despegando lentamente del muelle. El personal se da cuenta de que mamá trata de salir y la ayuda. Yo también le doy una mano para que no se caiga. Por momentos parece fácil salir, por momentos no tanto. Se sienten las olas, la plataforma que se acerca y se aleja. Dos marineros la ayudan a dar un salto que se prolonga unos segundos en el aire. Me preocupa la caída, que no se haya lastimado los tobillos. Me mira como diciendo está todo bien, pero no sé si en verdad está todo bien. Nos vamos alejando y habría preferido que nos despidiéramos de otra manera, sin tanto sobresalto.

jueves, 27 de agosto de 2020

Salute

Estoy en una clase con Mogui. Sospecho que es un sueño, pero mi conciencia del tiempo me hace dudar. No tengo diez años, sino mi edad actual. Dicen que el alumno supera al maestro, pero este no es el caso, Mogui se supera a sí mismo cada vez que toca y yo me siento un poco torpe. El tiempo parece haber pasado para mí, pero no para él. Lo escucho con su sopranino. Le pregunto si es muy difícil tocarla. Me dice que no. Me cuenta que mucha gente hace la analogía entre la sopranino y el pito, típico lugar común que ya lo tiene cansado. Una vez quiso hacer un chiste en un espectáculo. Después de cerrar una canción haciendo un efecto en el que su sopranino se asemejaba a un bicho extraño, se sacó el saco, lo cual dio pie a que el pianista se fuera de mambo con la humorada y empezó a sacarse toda la ropa. Fue demasiado. Por eso prefiere más música y menos show.

Me propone un juego, que lo siga mientras toca, que dialogue con él. Se va alejando y me cuesta escucharlo, los sonidos son cada vez más graves y lejanos. Trato de tocar algo en consonancia, por momentos sale algo ameno, por momentos no. Se supone que Mogui va a volver a acercarse en algún momento. Pero el que aparece es mi tío Herman. Siento como si hubiera hecho a medias la tarea: estoy a mitad de camino entre la melodía que tocaba Mogui, un párrafo de un libro y un diálogo de una película. Las tres cosas andan dando vueltas por mi cabeza y no me decido por ninguna. La melodía cada vez resuena más lejana. Ese libro tiene adentro un mapa que tiene una trampa. Quiero mostrarle ese mapa a mi tío, doy vuelta las hojas y el mapa no aparece. Sé que estaba ahí, pero ahora no lo encuentro. Es aquel mapa del que hablaba Borges, que termina teniendo la misma extensión del lugar que representa. No, no puedo encontrarlo plegado en ese libro. Tampoco puedo encontrar las palabras para explicarle a mi tío por qué ese mapa es diferente a los demás. Pero él ya lo sabe y no hace falta explicárselo. De fondo resuena nuevamente la película. Uno de los personajes está borracho, su voz resuena gangosa y estridente. Le pregunto si bajo el volumen o apago el aparato. Me dice que no, se ríe de lo que dice el borracho. Justo aparece mi viejo con una petaca en la mano. Lo miro extrañado, él no suele tomar mucho. Supongo que la petaca es una excusa para acercarse y brindar con nosotros. ¿Por qué no? Creo que mi tío lleva varios años muerto, pero eso no es motivo para que no brindemos. Mi viejo agarra su petaca, mi tío levanta una botella de sidra, yo una de whisky y brindamos. Salute. Salute.

lunes, 24 de agosto de 2020

El golem

Recreación con primer grado por Google Meet.

-Veo veo.

-¿Qué ves?

-Una cosa.

-¿Qué cosa?

-Maravillosa.

-¿De qué color?

-Blanco.

-¿Mis paredes?

-No.

-¿Tu techo?

-No.

-¿Un libro de la biblioteca de Demian?

-No.

-¿Las letras de nuestros nombres que están en la pantalla?

-No.

-¿Nos das una pista?

-Empieza con “g”.

-¿Tu gato?

-No.

-¿Tu guitarra?

-No.

-Nos damos por vencidos, ¿qué era?

-El golem.

-¿Cuál golem?

-El golem de Minecraft, ¿lo ven?

-¿Ese muñeco es el golem?

-Sí.

-¿Y qué es un golem?

-Es un monstruo creado para defenderte.

Paren las rotativas, el mejor homenaje a Borges lo hizo recién un nene de seis años jugando al veo veo (seguramente lo hizo sin saberlo, pero cómo negar que los homenajes involuntarios suelen ser los más auténticos).