miércoles, 1 de abril de 2020

La sonrisa del tío Herman


Después de tantos días de sol, de este prolongado verano, era de esperarse una mañana lluviosa. Levantar los ojos para comprobar que ese sonido constante es agua que cae. Y volver al sueño. No hay nada mejor que hacer estos días. Despertar al mediodía, despertar a medias. Subir la persiana y comprobar que la lluvia ya se fue con el sueño. ¿Qué queda del agua? Algunas gotas en mis plantas y el libro de Zurita. Me sumerjo en sus ciudades de agua, en sus siete sueños para Kurosawa. Y ahí regreso a mi propio sueño. Zurita recupera el encuentro con su padre o su despedida. Y yo vuelvo a tener en frente a mi tío Herman con una sonrisa que le ilumina la cara, acaso como un reencuentro o como la despedida que no pude tener. Sonríe, ya no me recrimina que no lo visite tan seguido o que no invierta más tiempo en sus inventos. Sonríe y me fascino viéndolo tan vivo sabiéndolo muerto. No quiero que la ilusión se termine. Sé que en cualquier momento todo se va a esfumar, pero me alegra verlo parado sonriendo, como si nada pudiera afectarlo, ni siquiera esta pandemia que se está llevando a tantos viejos.

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