domingo, 22 de septiembre de 2013
El empleo del tiempo
Hola, hijo. ¿Qué tal? ¿Cómo estás? Bien ¿Qué estás
haciendo? Nada. ¿Cómo nada? Nada. ¿Descansando? No, ¿descansando de qué? ¿De no
hacer nada? No estoy cansado. Ah. Silencio. Pero me imagino que tendrás planes.
No. ¿Qué pensás hacer el fin de semana? No sé. ¿No querés que vayamos al cine o
al teatro? Podemos conseguir entradas. Uf, ahí viene otra vez. El temor a mi no
hacer nada, a este hacer la plancha y admitirlo sin vueltas. ¿Estará deprimido?
No, ¿cómo explicarle lo fabuloso que es estar tirado sin hacer nada? Es ella la
que nació en Santiago del Estero y sin embargo soy yo el que terminó heredando
la esencia de ese transitar en la quietud tan norteña, de ese ritmo cansino que no asesina a un tiempo que quiere imponerse a toda costa pero sí le da una bofetada a su insoportable paso frenético que se rige por el tic tac de un reloj omnipresente. Es ella la que nació en la tierra donde la
siesta es sagrada y el no hacer nada religión. Pero a ella los mandatos
divinos de los aires del kakuy parecen haberla salteado, tan activa, tan
ocupada siempre, con tantas cosas, simposios, artículos, charlas, cursos, seminarios,
pacientes, casos muy interesantes, ciclos de cine, debates, más cursos, más seminarios, talleres... y frente a todo eso, mi nada que la mira desde su
nadería misma y ella que no le devuelve la mirada, que prefiere repreguntarme,
qué te gustaría hacer, como una madre cariñosa, pero también sobreprotectora
que teme que yo sea Atreyum aproximándome al abismo, a la boca de la Nada
misma. ¿Cómo explicarle lo que no quiere entender? Sí, me encanta el cine, pero
no me atrae lo que hay en cartel. Para ella estoy tirado en un rincón mirando
cualquier porquería en la tele, el cerebro achicharrado, el cuerpo reducido y
amoldado al hueco que se forma en el colchón. Si esa idea de lo que soy yo o de
lo que puedo estar haciendo en este momento la angustia, ¿qué culpa tengo? ¿Qué
tengo yo que ver con ése que ella cree que soy? ¿De qué sirve decirle que un
capítulo de Breaking Bad visto de canto vale -palabras textuales de Fernando
Martín Peña- por toda la producción de Hollywood en un año? Si total esa acción
que es ver tele para ella es equiparable a mi no hacer nada. Me pregunta qué me
pasa que no hago algo productivo. Ahí está. Algo productivo. Producir como una
manera de actuar. Si yo soy yo por mis acciones, también lo soy por lo que
produzco. Y si no produzco nada, si no hago nada, entonces no soy nada. Bien,
no soy nada. Pero, ¿qué es lo que te pasa? Nada. Ya sé lo que le da vueltas en
la cabeza. ¿Por qué estás tan solo? Nuevamente el mandato familiar, estar en
pareja, formar una familia, tener hijos, hacerse cargo. Como Walter White, que
se hace cargo. No quería entrar en las grandes ligas, pero el bueno de Gus lo
convence. A man provides. Because he's a man. Juego de tautologías, un hombre debe
proveer todo lo necesario a su familia y debe hacerlo por la sencilla razón de
que es un hombre, está implícito en la condición de ser hombre el predicado que
presupone que no va a hacer otra cosa que proveer. Gus es contundente. Y sabe
cómo decir las cosas. No porque sea lo correcto, sino simplemente porque quiere
que su negocio le salga redondo. Y aparentemente lo logra. Aparentemente,
porque un hombre es mucho más que alguien que provee, es alguien que puede estallar
e invertir todo. O también un hombre puede ser mucho menos que alguien que
provee. No hay equivalencias exactas en el lenguaje, mucho menos en lo que se
supone que un hombre es o debería ser. Y frente a lo que soy o debería ser está
mi nada, mi no ser, mi sombra de acción que según mi padre puede ser potencia
(él siempre con su bendito Spinoza) o por qué no la pura inercia que deviene de
lo que ya no soy. De todas formas, la corriente no tira tan fuerte, no voy
aguas abajo, no se avecina una catarata ni mucho menos se escuchan los aullidos
del lobo que quiere atacar a Atreyum en un mundo que amenaza con desmoronarse.
O tal vez el lobo ya pasó. Si me preguntan a mí, no creo que el lobo haya
pasado ni pase alguna vez porque la Nada no necesita emisarios. Por favor, ¿a
quién se le ocurre que la Nada va a mandar a un pichicho? ¿Para qué? No, cuando
la Nada está presente, no hay aullido que valga. Mejor dicho, no hay aullido.
No hay sonido ni furia. No hay verbo ni acción. Y no está tan mal que así sea.
Puede que ya haya llegado. De hecho, creo que ya está instalada. Sí. La Nada
está acá y después de todo, no es tan temible como la pintaban mi mamá y
Michael Ende.
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